Difícilmente puede visitarse un lugar así en fechas más señaladas. Este viaje cobra un sentido especial por ser una tierra extraña y familiar a la vez, santificada por el tiempo y La Palabra, en la que todo empezó y algunas cosas no acaban nunca.

viernes, 13 de abril de 2012

¿La culpa es de Serrat?

Afirma el periodista Alberto Masegosa en "Israel, crónica del país del Libro", que Tel Aviv es la ciudad más ignorante de lo que sucede en los territorios ocupados. Para los telavivis no existe el conflicto sino cuando sufren atentados o se ven forzados a enrolarse en el ejército.
Desde luego, viendo a los jóvenes tomando el sol o ligando en los bares de la ciudad, -moderna, animada, cosmopolita- cuesta creer que el infierno, el apartheid, las violaciones de derechos humanos se suceden diariamente a la misma distancia de aquí que la que hay de Pamplona a Zaragoza.

Nosotros lo hemos visto, hemos estado en Cisjordania y conocemos cómo están en Gaza, a donde llegaríamos caminando hacia al Sur por la playa donde ahora siesteamo. Si hubiese paz.
Ayer surgió la discusión de si los telavivis, y los jóvenes de Israel en general, deberían sentirse cómplices o no de los atropellos que su Gobierno comete contra el pueblo palestino. Nuestro primer impulso, el encendido, fue sentenciar que sí, que con su tolerancia pasiva, son de algún modo culpables.

Sagrario, la activista de Ramala, nos contó que hubo alguien que efectivamente sintió remordimientos y que desde 2004, se dedica a mostrar a los israelíes la verdad de lo que sucede tras los muros. "Breaking the slilence" ("Rompiendo el silencio") es una organización de antiguos soldados judíos que cuentan sus experiencias en el ejército: las detenciones arbitrarias, los desalojos a media noche de familias enteras, las vejaciones, la humillación y el miedo sistemático al que se somete a los palestinos. Lo cuentan ellos, insisto.

Edmund Burke, hace doscientos años, hizo esta reflexión: "Para que triunfe el mal, solo es necesario que los buenos no hagan nada".
Estoy de acuerdo, pero ahora, más sosegado, me pregunto si las chicas que toman el sol en Tel Aviv merecen ser tachadas de opresoras por haber nacido en un país cuyo gobierno comete injusticias. Lo digo porque en mayor o menor medida todos los occidentales en general somos cómplices de otras injusticias -quizás no tan plásticas pero igual de palmarias para quien las sufre- o miramos para otro lado cuando a nuestro alrededor se cometen abusos y se levantan muros que no necesariamente están hechos de hormigón.

En ese sentido, acabo de leer en El País que Sabina y Serrat están siendo duramente criticados por anunciar un concierto en la ciudad -"opresora"- donde nos encontramos. Sus detractores los tachan de cómplices de la ignominia.
Creo que negar a los telavivis disfrutar de la música de los dos cantautores por culpa de su gobierno es una excusa perfecta para que el gabinete de Netanyahu reafirme sus métodos en base al "todos contra mí". Pero pienso que es, además, una clara muestra de la hipocresía en la que vivimos los europeos. Y los españoles, no digamos.

Pd.: Nuestro camarada Íñigo prosigue sus andanzas Jordanas profundizando a su manera en este extraño y a la vez familiar mundo que es Oriente Próximo.
Hoy dormirá en el desierto y mañana se sumergirá en las azules aguas del mar Rojo mientras nosotros volamos de nuevo hacia Moscú.

No hay comentarios:

Publicar un comentario