Difícilmente puede visitarse un lugar así en fechas más señaladas. Este viaje cobra un sentido especial por ser una tierra extraña y familiar a la vez, santificada por el tiempo y La Palabra, en la que todo empezó y algunas cosas no acaban nunca.

lunes, 2 de abril de 2012

A dos días...

Fue en un festival de música, en Burgos, a finales de verano. En mi amigo Alfredo, poco a poco fue creciendo un interés parejo a un conocimiento cada vez más profundo de ese pequeño lugar en el mundo que tanto da que hablar desde hace tantos siglos. "Nos vamos a Israel". Es curiososo, pero la propuesta no me resultó descabellada en absoluto. Cierto es que en los telediarios no invitan a visitar una zona en la que no tomar partido abiertamente por la causa palestina o israelí te convierte en sospechoso ante unos y otros.

Sin embargo, Tierra Santa me es familiar desde niño. Al hojear la guía que me dejó Alfredo, recorrí mentalmente mi infancia, y los lugares de los que tantas veces oí hablar en el colegio, en misa o en los largometrajes que Televisión Española emitía cada Semana Santa. Jerusalén, Belén, el Monte de los Olivos, el lago Tiberíades... son lugares que he imaginado muchas veces, junto a las gentes que los poblaron: filisteos, macabeos, el Frente Judaico Popular, el Frente Popular de Judea, Brian, Ben-hur y demás.

Hollar Tierra Santa en Semana Santa es una idea que, por evidente, se me antoja estupenda. Recorrer físicamente los lugares que pisó la sandalia de Jesús, precisamente en los mismos días en que la Cristiandad establece que sufrió su pasión, no es baladí.

Si a eso añadimos nuestra vocación de periodistas y nuestro interés por la actualidad internacional (habida cuenta de que actualmente las tensiones del Estado de Israel con Irán son extremas) la ecuación es clara. Dentro de dos días volaremos al meollo, tras una auténtica travesía por el desierto que hará un alto en Moscú (absténganse de comentarios sobre lo absurdo del intinerario). Nos seguirá Iñigo unos días más tarde. Alfredo llevará la Lonely Planet. Yo echaré una Biblia en la mochila con idéntico objetivo.

Ardo en deseos de llegar. Y de aprender.

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